No se lo cuentes a nadie.

Relatos de un cerebro atrofiado.

sábado, noviembre 25, 2006

Goma de borrar.

¿El la había dejado?

Lloraba en el silencio de la oscuridad azul. Poco faltaba para que amanezca y aun mis ojos continuaban tan profundamente abiertos, que protestaban ante cualquier pestañeo.

Mis teorías se tornaron dudosas; siempre había creído estar en el camino correcto, sin embargo, mucho distaba la realidad de ello.

Me encontraba solo, necesitaba consuelo. No podía continuar así. Los recuerdos entraban a empellón, como si algún misterioso imán caótico los atrajera para torturar más y más mi pobre alma, ya consumida por la tristeza y el dolor.
Puntadas en mi pecho fue el siguiente síntoma, para luego desaparecer como si nada hubiera ocurrido.

Comencé a buscar a tientas aquél preciado objeto. Había permanecido oculto de mi vida desde aquélla última vez, sin embargo sabía que lo encontraría. Los celos invadían mi ser, quizá producidos por algún extraño sentimiento irradiado desde lo más hondo de mi yo, tan eterno y absoluto.
Absuelto de cualquier duda tomé aquel instrumento entre manos.

"Basura literaria" comencé a gritar, mientras con aquella goma de borrar, suprimía todo lo escrito. Ya no quedan indicios de aquel ápice de ficticia inspiración, a excepción de una frase:

"¿El la había dejado?"

martes, agosto 08, 2006

Oscuridad

La oscuridad invadía el ambiente, el silencio era ensordecedor, y yo ahí, sin saber como había llegado, sin saber donde estaba ni cuando saldría. Mis manos estaban frías, temblaba.

- Lección numero 1.

No podía comprender de donde salía aquel sonido, parecía provenir de mi interior y a su vez no. Era una voz, una voz algo mecánica y falta de emoción, una voz inhumana.

- Vuestra víctima deberá ser de su edad, una jovenzuela de su gusto, procurad encontrar a alguien sin compromiso alguno, una persona que no esté involucrada en relación alguna.

Silencio nuevamente. ¿Qué era aquella voz? ¿Por qué me impartía ordenes? ¿Sería acaso la voz de mi conciencia?

- Reconocerán a vuestra víctima ni bien la encuentren, no pierdan la calma en ningún momento, todo saldrá bien.

Tenía miedo, ¿De qué hablaba aquella voz?, ¿A qué clase de víctima se refería?, ¿Por qué hablaba en plural?
La oscuridad se volvió luz y el silencio sonido.
Pestañeé.
Un gigante mar se alzaba ante mis ojos, y al siguiente pestañeo estaba en mi cama, desnudo y con botella en mano. No recordaba haber estado bebiendo, no recordaba mucho. Solo aquella voz, aquella voz retumbando en mis oídos, ordenándome con ese suave tono metálico.

Ella apareció. Estaba sola, sentada sobre un banco de la facultad mirando hacia la nada y el todo. Me senté a su lado, la miré y le pregunté si no tenía frío. Me dijo que no, que estaba bien. Comencé a hablarle, a darle charla, intentaba hacerla sentir cómoda. De pronto, todo se aclaró, recordé todo. Las lecciones, aquellas instrucciones frías dictadas por seres fríos, para un cometido que distaba de acercarse a la frialdad humana.
Había ocurrido hace dos años, cuando fuí seleccionado para unos experimentos de carácter psicológico social. Trataban de instruir a un grupo de 20 personas acerca de como lograr el enamoramiento de cualquier persona en cualquier lugar y circunstancia. Las clases eran básicamente sobre psicología, reglas de conducta, y lectura corporal.

Me contó que su clase comenzaba. Había sido bien instruido, sabía que si se marchaba no volvería a verla. Le dije que no tenía nada que hacer y que me encantaría presenciar una de sus clases, me advirtió que me aburriría, pero me limité a sonreír y asegurarle que eso sería imposible.
La clase terminó, tomamos un café, hablamos sobre aquellas cosas de las que quería hablar. En el laboratorio nos había enseñado a predecir los gustos de las personas, luego de una breve charla. Era muy fácil decir: "si, yo amo tal deporte", a sabiendas de que la contraparte es fanática de aquello. Solo había que estar atento a cada detalle, cada expresión, cada movimiento...
Se marchaba, era tarde, la miré con tristeza y luego de un adiós desapareció.
Algo había fallado, intentaba recordar las clases pero no había caso.
Me senté en mi cama, recapacité. Si, era obvio, luego de la cara triste venía la parte donde le mencionaba que no nos veríamos mas, y le decía que me había gustado pasar esa tarde con ella, y luego intercambiamos algunos datos, sea teléfono o lo que fuere. Algo esencial que los profesores resaltaban constantemente, mostrándola como fundamental en todo trabajo.
Estaba descepcionado por haber fracasado, nunca lo había hecho. Medité, sabía que los miércoles a las 19 tenía que estar en tal materia, de tal modo que sería fácil hallarla de nuevo. Había que pensar una excusa algo vulgar para justificar mi presencia, no debía ser muy rebuscada y debía dejar en ella la duda de si aquello era para verla nuevamente o en realidad estaba allí de casualidad.

Durante los entrenamientos, muchos psicólogos nos interrogaban, muchos científicos nos analizaban y muchos sociólogos nos probaban. Eramos alojados en unos hoteles muy cercanos a los laboratorios, pero no nos era permitido tener contacto alguno con alguien. Nuestro mundo era la habitación del hotel y el laboratorio.

El miércoles allí estaba, sentado en un banco por el cual ella debería pasar. Nunca apareció.
Comencé a sentirme mal, algo me faltaba, tenía nauseas, todo me daba asco. Llegué a mi casa pálido, temblando de frío, no me soportaba a mi mismo, no soportaba mi cuerpo, estaba muy mal.

- Llegará un momento difícil para ustedes, lo sabrán cuando ocurra. Si sucede, tomad esta píldora, no lo olvidéis, es de vital importancia.


Hallé el frasco, tomé la única píldora que contenía. Todo se nubló, no veía nada.

- Dr. Giurer preséntese en la sala 806, Dr. Giurer preséntese en la sala 806. - Se escuchó por un altoparlante.

Voces a mi alrededor:

- Era previsible que no durara tanto, este modelo es viejo.
- ¿Qué hacemos?
- Ya no tiene sentido dejarlo en funcionamiento.

Chak click clak clok.

Oscuridad.

Fin
Marco

lunes, junio 05, 2006

El café.

Había café derramado por todo el suelo.
El piso, de baldosas blancas y negras, símil a un gran tablero de ajedrez, denotaba la gran lucha que se había desatado horas atrás.
Cuando aquel joven ingresó al establecimiento, ¿Quién podría haber pensado que algo así ocurriría?
Lo recuerdo como si no tuviera que recordarlo. Como si estaría sucediendo.

Yo había entrado al bar, eran las 8 del viernes, peculiarmente no había nadie. Parecía como si el mundo hubiera elegido hacer otra cosa, cambiar su rutina diaria, y sucumbir ante otros placeres.
Todo transcurría normalmente, mi café fue traido a tiempo, un tostado humeante fue devorado por mi apetitosamente, y la ajetreada gente se veía pasar por la angosta vereda desde la ventana.
Un hombre entró al establecimiento, llevaba puesto sobretodo y una hermosa boina francesa negra, pantalón de jean, y formales zapatillas. Estaba solo, se desabrochó el abrigo y se sentó. Pidió un café.

Al cabo de media hora una hermosa mujer entró al local. No medía mas de metro ochenta, de pelo rubio enrulado y ojos claros, caminó rápido y se sentó junto a nuestro extraño personaje.
Otro brebaje negro enfiló hacía esa dirección. La pareja hablaba.
Al rato, y luego de pagar, ambos se levantaron.

En ese momento lo ví y comprendí, ¿Habrá sido por mi extraña obseción de mirar las manos de la gente? No lo se, pero él llevaba un cuchillo.
Caminó en dirección a la puerta. Antes de llegar a ella saludó a un gordo señor, quien estaba acompañado por otro de peligroso aspecto; luego de decirle algo por lo cual el otro rió, nuestro individuo dió unas amistosas palmaditas en la grasosa espalda de su interlocutor, para luego, y de un certero movimiento, cortarle la garganta y salir caminando como si nada hubiera ocurrido.

Recuerdo, claramente, que antes de salir nos miró uno a uno, estudiando nuestros rostros. Es por ello que estoy aquí señor, el no debe reconocerme. - dijo desesperadamente al cirujano.

Marco

lunes, mayo 29, 2006

Manual para hacer anillos de humo

Se había convertido en un desafio personal el hacer anillos de humo.

Al punto de convertirse en una obseción, busqué en internet. No encontré nada sobre el asunto, no se si la causa fue mi mal manejo de los buscadores, o que en definitiva no hay mucha información al respecto, el hecho es que no aclaró mis dudas.

Ya no recuerdo donde, ni quien, pero había escuchado hace tiempo que los anillos de humo salen al hacer un "AOU".

Practiqué, aspiraba el humo y vocalizaba: "AOU"

Sin resultado...

Hasta que hoy, aburrido, me dije a mi mismo, debe ser así:

Aspiré humo, hice un pequeño aou con la garganta poniendo mi boca en forma de O, y salió, un diminuto anillo de humo que se fue expandiendo hasta perderse en la inmensidad.

El secreto es el AOU.

Pasos para realizar un anillo de humo:

a) Aspirar humo.
b) Retenerlo, y hacerlo salir haciendo un AOU con la garganta, poniendo la boca en forma de una pequeña O.

Cuando perfeccione la tecnica, crearé un nuevo manualcito, por ahora con eso basta para inicializarse. El truco es entender el AOU, es con la garganta, sin pronunciar sonido, y sin mover la boca ni la lengua. Pueden practicar diciendo AOU en voz muy baja, casi imperceptible.

Exitos.

jueves, abril 27, 2006

Nacido con buena estrella.

Anoche, en mis delirios nocturnos, no podía sacar de mi cabeza este pensamiento:

¿Qué es la suerte?

Dí mil vueltas al tema, y también dí mil vueltas en mi cama. No podía dormir. Era un tema muy interesante que no me dejaba siquiera cerrar los ojos.

En principio se podría decir que el tener suerte significa estar en el lugar correcto al preciso momento. También podría añadirse a esa afirmación el decir lo justo y debido cuando ha de hacerse.

Pensándolo así, ¿Existe la suerte, o simplemente somos hacedores de ella?

¿Un suertudo es alguien a quien el destino favorece, o es alguien muy atento, una persona que mantiene los ojos siempre bien abiertos, que cuida que decir y cuando decirlo y que hace lo que se debe en el momento oportuno?

No lo se.

miércoles, abril 26, 2006

Teléfono

Hoy es un mal día, así que transcribiré un pequeño relato que había escrito hace mucho tiempo y por casualidad acabo de encontrar. Es raro pero la sensación que siento hoy, es la misma que sentí al escribir esta historia, tiempo atrás, he ahí la razón de la publicación, ya que el texto me parece una mierda a pesar de los cambios, y la cuento uno mas.

Es poco el tiempo que me queda, así que comenzaré a narrarles mi historia:

Ya no recuerdo como la conocí, en mi cabeza solo las sensaciones quedaron grabadas. Ver por primera vez su sonrisa, escuchar su voz, sentirla cerca... Estaba en el paraiso.

Cuando nos despedíamos... Sentía el mundo caer, me sentía vacío, triste, algo me faltaba. Era una sensación única, indescriptible.

Yo era feliz, contaba las horas para verla nuevamente, sin importar que cancelar para hacerlo, yo era feliz...

Sin embargo, nunca supe que es lo que ella sentía hacia mi. ¿Qué es lo que era? La intriga no me dejaba dormir.

¡Que mas daba! Mi felicidad residía en verla sonreír, contemplarla, sentirla cerca.

Esa era mi vida, estaba en una gran pompa de jabón, hasta que ocurrió.

Lo impensable, sucedió.

De un momento para otro, dejamos de vernos, al teléfono no la localizaba, en su casa la madre siempre me decía que estaba donde una amiga, y su amiga, que estaba donde su madre.

Pasaron dos semanas, y me resigné. Era evidente, ella no quería verme mas. ¿Por qué? Vaya uno a saber. Por mas que recorría mis recuerdos, tratando de encontrar una buena explicación, mas confuso se tornaba el asunto.

No había explicación aparente.

Perdí la fé.

Nunca mas la vería.

Me sumuergí en una gran angustia. Me sentía como quien ha perdido algo, y luego se da cuenta que era lo mas valioso en su vida.

Ya nada importaba.



Hoy a la mañana desperté, mareado, confundido.

Mi vida había perdido sentido.

Fuí hasta el baño, donde lo primero que vi, fue una gran caja con pastillas, vaya uno a saber de que.

Sin pensarlo, la abrí y comencé a ingerir mecánicamente esas capsulitas verde.

A la décima-séptima, se acabaron.



Y aquí estoy, escribiendo esto, mientras espero mi hora.



Sabía que mi tiempo estaba contado.

Suena el teléfono. Estaba a punto de morir. No tenia necesidad de atenderlo. Pero la curiosidad fue mas fuerte que yo.

Descolgué el tubo:

- ¿Hola? - Pregunté lleno de intriga.
- Hola - Era la voz de ella, ¡Cuanto había esperado ese llamado!

Cayó una lágrima por mi mejilla. Quedé mudo. No podía hablar.

SILENCIO.

- ¿Estás? - Dijo dulcemente, con esa voz angelical, que me hacia sentir en el cielo mismo.

Logré pronunciar un pequeño "si".

- Te extrañaba - Al escuchar esto, mi confusión se agrandó a tal extremo... - Quiero verte, hay muchas cosas que tengo que decirte.

No podía pronunciar palabra alguna. Mis músculos comenzaron a ponerse tiesos... Las pastillas hacían su efecto.

Caí, teléfono en mano, sobre el sillón... Estaba muriendo, ya no podía emitir sonido alguno. Estaba petrificado. Mi pecho comenzó a dolerme, grandes puntadas lo azotaban.

El auricular estaba a pocos centímetros de mi oído.

- No puedo dejar de pensar en vos, me encantás, cuando nos despedíamos sentía el mundo caer, el contemplarte, el estar con vos... Me hacía sentir en el cielo - No podía dar crédito a lo que mis oídos escuchaban. Y yo, sin poder responder. Quería decirle que sentía lo mismo, que quería verla ahora mismo... Pero ya era tarde.

- ¿Estás? - Fue lo último que escuché.

Fin.

lunes, abril 24, 2006

Ana no duerme...

Ana estaba desesperada, no soportaba mas a nadie. Había estado encerrada durante toda la semana, y su piel comenzaba a mostrarse mas pálida de lo normal. Nadie la haría salir. Moriría del mismo modo que llegó a este mundo, sola.

El teléfono sonaba.

Eran ellos, pensó.
No valía la pena esconderse, en donde quiera que esté, ellos la encontrarían. Ellos todo lo veían.

Una lágrima recorrió su mejilla, chocó con su frío labio superior y terminó en el tibio piso de su habitación. Caminando de un lado a otro, Ana no dejaba de sobresaltarse con cada Ring del teléfono. Estaba histérica. Sus nervios habían sobrepasado el limite soportable y su cabeza no dejaba de pensar en lo sucedido.
Casi involuntariamente, fue donde su ropa interior, y agarró una bolsita con polvo de felicidad.

Aspiró.

Su cabeza se volvió poco a poco soportable, comenzó a relajarse.
Se sentó sobre la cama, necesitaba pensar. Las cosas no habían ido como había deseado. Siempre creyó que al crecer formaría una familia, tendría muchos hijos, viajaría mucho... Pero la realidad era otra. Todos esos planes habían quedado en el olvido, ya no era la misma que antes.

Aspiró nuevamente. Buscó a tientas bajo su almohada aquél cuchillo que usaba para defenderse de los pervertidos, lo encontró. Arremangó su pulover y sin pensarlo dos veces, se cortó, se cortó y se cortó.

De las heridas manaba mucha sangre. Todo había terminado.

Se escuchó un grito, una puerta, unas sirenas.

Silencio.

- Todo saldrá bien - Un señor de verde, con una gran sonrisa le decía esto. De a poco comenzaba a recuperar la conciencia.

Era el fin.