No se lo cuentes a nadie.

Relatos de un cerebro atrofiado.

lunes, abril 24, 2006

Ana no duerme...

Ana estaba desesperada, no soportaba mas a nadie. Había estado encerrada durante toda la semana, y su piel comenzaba a mostrarse mas pálida de lo normal. Nadie la haría salir. Moriría del mismo modo que llegó a este mundo, sola.

El teléfono sonaba.

Eran ellos, pensó.
No valía la pena esconderse, en donde quiera que esté, ellos la encontrarían. Ellos todo lo veían.

Una lágrima recorrió su mejilla, chocó con su frío labio superior y terminó en el tibio piso de su habitación. Caminando de un lado a otro, Ana no dejaba de sobresaltarse con cada Ring del teléfono. Estaba histérica. Sus nervios habían sobrepasado el limite soportable y su cabeza no dejaba de pensar en lo sucedido.
Casi involuntariamente, fue donde su ropa interior, y agarró una bolsita con polvo de felicidad.

Aspiró.

Su cabeza se volvió poco a poco soportable, comenzó a relajarse.
Se sentó sobre la cama, necesitaba pensar. Las cosas no habían ido como había deseado. Siempre creyó que al crecer formaría una familia, tendría muchos hijos, viajaría mucho... Pero la realidad era otra. Todos esos planes habían quedado en el olvido, ya no era la misma que antes.

Aspiró nuevamente. Buscó a tientas bajo su almohada aquél cuchillo que usaba para defenderse de los pervertidos, lo encontró. Arremangó su pulover y sin pensarlo dos veces, se cortó, se cortó y se cortó.

De las heridas manaba mucha sangre. Todo había terminado.

Se escuchó un grito, una puerta, unas sirenas.

Silencio.

- Todo saldrá bien - Un señor de verde, con una gran sonrisa le decía esto. De a poco comenzaba a recuperar la conciencia.

Era el fin.