No se lo cuentes a nadie.

Relatos de un cerebro atrofiado.

martes, agosto 08, 2006

Oscuridad

La oscuridad invadía el ambiente, el silencio era ensordecedor, y yo ahí, sin saber como había llegado, sin saber donde estaba ni cuando saldría. Mis manos estaban frías, temblaba.

- Lección numero 1.

No podía comprender de donde salía aquel sonido, parecía provenir de mi interior y a su vez no. Era una voz, una voz algo mecánica y falta de emoción, una voz inhumana.

- Vuestra víctima deberá ser de su edad, una jovenzuela de su gusto, procurad encontrar a alguien sin compromiso alguno, una persona que no esté involucrada en relación alguna.

Silencio nuevamente. ¿Qué era aquella voz? ¿Por qué me impartía ordenes? ¿Sería acaso la voz de mi conciencia?

- Reconocerán a vuestra víctima ni bien la encuentren, no pierdan la calma en ningún momento, todo saldrá bien.

Tenía miedo, ¿De qué hablaba aquella voz?, ¿A qué clase de víctima se refería?, ¿Por qué hablaba en plural?
La oscuridad se volvió luz y el silencio sonido.
Pestañeé.
Un gigante mar se alzaba ante mis ojos, y al siguiente pestañeo estaba en mi cama, desnudo y con botella en mano. No recordaba haber estado bebiendo, no recordaba mucho. Solo aquella voz, aquella voz retumbando en mis oídos, ordenándome con ese suave tono metálico.

Ella apareció. Estaba sola, sentada sobre un banco de la facultad mirando hacia la nada y el todo. Me senté a su lado, la miré y le pregunté si no tenía frío. Me dijo que no, que estaba bien. Comencé a hablarle, a darle charla, intentaba hacerla sentir cómoda. De pronto, todo se aclaró, recordé todo. Las lecciones, aquellas instrucciones frías dictadas por seres fríos, para un cometido que distaba de acercarse a la frialdad humana.
Había ocurrido hace dos años, cuando fuí seleccionado para unos experimentos de carácter psicológico social. Trataban de instruir a un grupo de 20 personas acerca de como lograr el enamoramiento de cualquier persona en cualquier lugar y circunstancia. Las clases eran básicamente sobre psicología, reglas de conducta, y lectura corporal.

Me contó que su clase comenzaba. Había sido bien instruido, sabía que si se marchaba no volvería a verla. Le dije que no tenía nada que hacer y que me encantaría presenciar una de sus clases, me advirtió que me aburriría, pero me limité a sonreír y asegurarle que eso sería imposible.
La clase terminó, tomamos un café, hablamos sobre aquellas cosas de las que quería hablar. En el laboratorio nos había enseñado a predecir los gustos de las personas, luego de una breve charla. Era muy fácil decir: "si, yo amo tal deporte", a sabiendas de que la contraparte es fanática de aquello. Solo había que estar atento a cada detalle, cada expresión, cada movimiento...
Se marchaba, era tarde, la miré con tristeza y luego de un adiós desapareció.
Algo había fallado, intentaba recordar las clases pero no había caso.
Me senté en mi cama, recapacité. Si, era obvio, luego de la cara triste venía la parte donde le mencionaba que no nos veríamos mas, y le decía que me había gustado pasar esa tarde con ella, y luego intercambiamos algunos datos, sea teléfono o lo que fuere. Algo esencial que los profesores resaltaban constantemente, mostrándola como fundamental en todo trabajo.
Estaba descepcionado por haber fracasado, nunca lo había hecho. Medité, sabía que los miércoles a las 19 tenía que estar en tal materia, de tal modo que sería fácil hallarla de nuevo. Había que pensar una excusa algo vulgar para justificar mi presencia, no debía ser muy rebuscada y debía dejar en ella la duda de si aquello era para verla nuevamente o en realidad estaba allí de casualidad.

Durante los entrenamientos, muchos psicólogos nos interrogaban, muchos científicos nos analizaban y muchos sociólogos nos probaban. Eramos alojados en unos hoteles muy cercanos a los laboratorios, pero no nos era permitido tener contacto alguno con alguien. Nuestro mundo era la habitación del hotel y el laboratorio.

El miércoles allí estaba, sentado en un banco por el cual ella debería pasar. Nunca apareció.
Comencé a sentirme mal, algo me faltaba, tenía nauseas, todo me daba asco. Llegué a mi casa pálido, temblando de frío, no me soportaba a mi mismo, no soportaba mi cuerpo, estaba muy mal.

- Llegará un momento difícil para ustedes, lo sabrán cuando ocurra. Si sucede, tomad esta píldora, no lo olvidéis, es de vital importancia.


Hallé el frasco, tomé la única píldora que contenía. Todo se nubló, no veía nada.

- Dr. Giurer preséntese en la sala 806, Dr. Giurer preséntese en la sala 806. - Se escuchó por un altoparlante.

Voces a mi alrededor:

- Era previsible que no durara tanto, este modelo es viejo.
- ¿Qué hacemos?
- Ya no tiene sentido dejarlo en funcionamiento.

Chak click clak clok.

Oscuridad.

Fin
Marco