No se lo cuentes a nadie.

Relatos de un cerebro atrofiado.

miércoles, abril 26, 2006

Teléfono

Hoy es un mal día, así que transcribiré un pequeño relato que había escrito hace mucho tiempo y por casualidad acabo de encontrar. Es raro pero la sensación que siento hoy, es la misma que sentí al escribir esta historia, tiempo atrás, he ahí la razón de la publicación, ya que el texto me parece una mierda a pesar de los cambios, y la cuento uno mas.

Es poco el tiempo que me queda, así que comenzaré a narrarles mi historia:

Ya no recuerdo como la conocí, en mi cabeza solo las sensaciones quedaron grabadas. Ver por primera vez su sonrisa, escuchar su voz, sentirla cerca... Estaba en el paraiso.

Cuando nos despedíamos... Sentía el mundo caer, me sentía vacío, triste, algo me faltaba. Era una sensación única, indescriptible.

Yo era feliz, contaba las horas para verla nuevamente, sin importar que cancelar para hacerlo, yo era feliz...

Sin embargo, nunca supe que es lo que ella sentía hacia mi. ¿Qué es lo que era? La intriga no me dejaba dormir.

¡Que mas daba! Mi felicidad residía en verla sonreír, contemplarla, sentirla cerca.

Esa era mi vida, estaba en una gran pompa de jabón, hasta que ocurrió.

Lo impensable, sucedió.

De un momento para otro, dejamos de vernos, al teléfono no la localizaba, en su casa la madre siempre me decía que estaba donde una amiga, y su amiga, que estaba donde su madre.

Pasaron dos semanas, y me resigné. Era evidente, ella no quería verme mas. ¿Por qué? Vaya uno a saber. Por mas que recorría mis recuerdos, tratando de encontrar una buena explicación, mas confuso se tornaba el asunto.

No había explicación aparente.

Perdí la fé.

Nunca mas la vería.

Me sumuergí en una gran angustia. Me sentía como quien ha perdido algo, y luego se da cuenta que era lo mas valioso en su vida.

Ya nada importaba.



Hoy a la mañana desperté, mareado, confundido.

Mi vida había perdido sentido.

Fuí hasta el baño, donde lo primero que vi, fue una gran caja con pastillas, vaya uno a saber de que.

Sin pensarlo, la abrí y comencé a ingerir mecánicamente esas capsulitas verde.

A la décima-séptima, se acabaron.



Y aquí estoy, escribiendo esto, mientras espero mi hora.



Sabía que mi tiempo estaba contado.

Suena el teléfono. Estaba a punto de morir. No tenia necesidad de atenderlo. Pero la curiosidad fue mas fuerte que yo.

Descolgué el tubo:

- ¿Hola? - Pregunté lleno de intriga.
- Hola - Era la voz de ella, ¡Cuanto había esperado ese llamado!

Cayó una lágrima por mi mejilla. Quedé mudo. No podía hablar.

SILENCIO.

- ¿Estás? - Dijo dulcemente, con esa voz angelical, que me hacia sentir en el cielo mismo.

Logré pronunciar un pequeño "si".

- Te extrañaba - Al escuchar esto, mi confusión se agrandó a tal extremo... - Quiero verte, hay muchas cosas que tengo que decirte.

No podía pronunciar palabra alguna. Mis músculos comenzaron a ponerse tiesos... Las pastillas hacían su efecto.

Caí, teléfono en mano, sobre el sillón... Estaba muriendo, ya no podía emitir sonido alguno. Estaba petrificado. Mi pecho comenzó a dolerme, grandes puntadas lo azotaban.

El auricular estaba a pocos centímetros de mi oído.

- No puedo dejar de pensar en vos, me encantás, cuando nos despedíamos sentía el mundo caer, el contemplarte, el estar con vos... Me hacía sentir en el cielo - No podía dar crédito a lo que mis oídos escuchaban. Y yo, sin poder responder. Quería decirle que sentía lo mismo, que quería verla ahora mismo... Pero ya era tarde.

- ¿Estás? - Fue lo último que escuché.

Fin.

1 Comments:

At 1:15 p. m., Blogger María said...

Querido argentino amigo, he vuelto a visitar este blog ( en el que no escribes de hace algunas semanas) y he leído tus relatos, tus palabras. aupa escritor! tienes talento.
Un gran abrazo de las isla nivaria.

 

Publicar un comentario

<< Home